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Amor temporal y lo trascendental

  • Foto del escritor: Rodrigo Joaquín del Pino
    Rodrigo Joaquín del Pino
  • 1 abr
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 8 abr




Hay algo muy importante que aprender sobre la trascendencia y aquello que nos gusta mucho, que soñamos o anhelamos del mundo. Por ejemplo, un hijo. ¿Cómo unir la trascendencia con los fuertes apegos? 


En verdad las cosas del mundo no son materiales sino que las utilizamos materialmente. Hay maneras perfectas de unir lo material y lo trascendental (la fuente de todo y el ser sempiterno).


Cuando nace un hijo, es sagrado para sus padres, pero no así los hijos de otros y de otras especies. El ego se identifica con un retoño de nuestro cuerpo y eso es lo que respetamos, pero esto sería sólo nuestro apego corporal. 


Aunque es lo más parecido al amor incondicional, no llega a ser amor puro, está contaminado por la posesividad, la expectativa y el corto tiempo de duración del cuerpo. Luego los hijos buscan liberarse de esta posesividad y nos enseñan a soltarla.


¿Cómo llevamos, entonces, esta relación de amor temporal al nivel trascendente del alma? 


Observemos tres maneras:


Cuando nos damos cuenta de que amamos, queremos dar lo mejor a ese objeto de amor; y si uno encuentra lo mejor para dar, notará que es trascendente y permanente, pues de otra manera no sería lo mejor.


Cuando conectamos lo que más amamos en la vida con su fuente original o con quien nos lo dio, es que se produce el primer trance para el alma. 


Luego será descubrir el sentimiento constante y específico que te hace buscar y encontrar lo mismo vida tras vida. 


De ahí que las prácticas en trascendencia sean diferentes: de esas conexiones internas en medio de la vida cotidiana surgen manifestaciones diferenciadas e inesperadas. Estarías invirtiendo en el destino profundo de tu viaje, más allá de la duración del cuerpo.



Rodrigo Joaquín del Pino

PhD Indovedic Theology

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